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miércoles, 6 de febrero de 2013

Un nuevo capítulo es:

EL INFRAHOMBRE HISPÁNICO. LA CULTURA DEL ESFUERZO
Estamos en crisis. Los españoles hemos vivido muy acomodados. La sociedad hispana reclama a sus miembros mayor sacrificio. La sociedad reclama a los españoles mayores virtudes morales. Se la reclama especialmente a la juventud. A la juventud ni-ni que no hace nada. Yo soy profesor. Yo tengo que educar a los jóvenes. Yo les voy a poner las pilas. Yo les voy a enseñar las excelencias de la cultura del esfuerzo. Es la única cultura que vale en tiempos de crisis. España saldrá adelante. Yo cumpliré mi parte.
Pero tengo dudas. Recuerdo mi juventud. No siempre fui ejemplar. Ahora debo exigir lo que no me exigieron. No me convence. Es lo malo de tener memoria. Mis alumnos no son peores de lo que fui yo. Hay buenos y malos estudiantes. Como en mi época. Pero les exigiré más esfuerzo. Necesito una coartada. Necesito una coartada para justificar que yo tenga un buen trabajo y ellos estén condenados a un mal empleo. Debo hacerles sentir que la culpa es sólo suya. Que no se han esforzado. Que tienen lo que se merecen.
Yo no idealizo mi pasado. Ya soy algo mayor. Soy una excepción. Mi generación sí idealiza su pasado. Cualquier persona que está bien idealiza su pasado. Tiene que justificar sus merecimientos ante la sociedad. Ni siquiera los enchufados reconocen el enchufe. Las personas sólo hablan de sus méritos. Nunca de otros factores. Por importantes que sean éstos. Es ley de vida. Pero una mala ley. Los viejos españoles de hace un siglo no eran respetables porque no tenían dinero. Los viejos españoles actuales son respetables porque tienen dinero. Los jóvenes actuales cuando lleguen a viejos de nuevo no serán respetables. Y los individuos de todas estas generaciones son iguales. Sólo que la del medio tenía derechos y las otras dos no. La primera porque no los conocían. La última porque los perdieron.
La cultura del esfuerzo. Los prejuicios a favor de quien tiene éxito. Los prejuicios en contra de quien no lo tiene. Fui muchos años opositor. Entretanto estuve al paro. Encerrado en casa. Estudiando mucho. Esos años mi persona no valía nada. Mis alumnos tienen un futuro negro. Yo pude sacar la plaza de profesor. Aún existían buenos trabajos en la sociedad. Aún había manera de reconocer el esfuerzo del estudiante. Ahora el premio al esfuerzo se ha sustituido por la cultura del esfuerzo. Los buenos estudiantes condenados a la marginalidad. Condenados a exigírseles un poco más. Los malos estudiantes, si tienen padrinos, dictando lecciones de éxito. Porque el éxito se valora a posteriori. Como debe ser.
Oyendo hablar a los viejos criticando el no hacer nada de los jóvenes pienso que todos ellos debieron ser grandes estudiantes. Oyendo las críticas sobre la LOGSE pienso que antes todo el mundo sabía de todo y se esforzaba al máximo. Que todos eran lumbreras. Que nunca hubo mediocridad en España. Que si los mayores viven bien es porque son todos seres sobresalientes. Y no es así. No son tan perfectos. Ni los jóvenes son tan imperfectos. Pero a éstos se les exige perfección. Los jóvenes tienen un problema. Un gran problema. La sociedad está en su contra. Y está en su contra creyendo que obra con justicia. Creyendo como los malos padres que los castigos son por el bien de los hijos.
La cultura del esfuerzo. Otra de las muchas contradicciones sociales. Los padres quitan responsabilidades a sus hijos. Se lo dan todo en bandeja. Compiten con otros padres por ser los mejores padres. Compiten porque sus hijos tengan lo que quieran. Que no les falte de nada. Viven para que sus niños no se sientan menos que otros niños. Luego los niños se hacen jóvenes. Tienen que adquirir responsabilidades. Y entonces los mayores les censuran. Les censuran por no querer marchar de casa. Por no querer aceptar malos trabajos. Por querer seguir teniendo tiempo libre. Les censuran por no querer renunciar a su bienestar.
Soy un padre. Soy una madre. Sobreprotejo a mis hijos. Les hago pensar que la vida es fácil. Dejo que abusen de mí. Que sean mis tiranos. Les concedo todos sus caprichos. Les hago sus tareas escolares. Les refuerzo su subjetividad. Luego les exijo capacidad de sacrificio. Quiero que sean luchadores. Que sepan sufrir. Que sepan lidiar con las dificultades de la vida. Contradictorio. Confundo a los jóvenes. Ellos son los malos. Porque lo tienen todo, porque no saben luchar por nada. Yo soy el bueno perfecto.
De nuevo los miembros de las clases medias perjudicándose entre sí. En este caso entre generaciones. La generación mayor sin apoyar a la generación joven. Dejándola sola ante el peligro. Ante el peligro de involución social. La generación mayor alabando unos valores que sólo pueden beneficiar a los más fuertes de la sociedad. A los que pueden llegar al éxito por herencia. Y vender que lo hacen por su esfuerzo. Porque es muy fácil justificar un estatus. Es muy fácil crear un historial de merecimientos. Es muy fácil crear un currículo adecuado. Sólo hay que tener el dinero para comprarse los títulos. Nuestra sociedad hispana desconfía del pobre, no del rico. Al pobre se le exige mucho. Al rico se le exige mucho menos. Los ricos comparten la cultura del esfuerzo. Les viene bien. Ellos son los mejores.
Igualdad de oportunidades. ¡Qué patraña! Unos más medios, otros menos. Unos buenos contactos, otros malos. Unos mayor premio a su esfuerzo, otros menor o inexistente. Los primeros recompensados por la sociedad, los segundos puestos bajo sospecha. Los segundos son mis alumnos. Tengo miedo por su futuro. No son hijos de ricos. No pueden comprar sus títulos. Necesitan que se valore su esfuerzo. Necesitan que su esfuerzo les sirva para vivir bien. No necesitan una cultura del esfuerzo que minusvalora al individuo. No necesitan de unos valores morales que les perjudican al reclamar sus derechos.
Los nuevos valores. Las nuevas posibilidades de apretar a los que están por debajo. Los pobres vuelven a ser pobres por sus defectos morales. Y hay que vigilarlos para que no se aprovechen de la sociedad. Para que no vivan del trabajo ajeno. Se necesita mayor severidad. Lo sabe el nuevo gobierno hispano. Persigue la picaresca. No persigue la explotación. La mujer de mi primo trabaja sesenta horas a la semana. Es madre. Tiene hijos. No puede estar con ellos. Su empresa no recibe ninguna inspección laboral. Ella no va a denunciar. Se queda sin trabajo. Se queda sin poder mantener a sus hijos. Valiente vida. La que nos extraña que rechacen nuestros jóvenes. Pero éstos son unos vagos.
Tradicionalmente las clases altas siempre han despreciado al resto de las clases sociales. No les ha bastado con vivir mejor sino que han pretendido la superioridad moral. Y habitualmente la han conseguido. La nobleza mantuvo durante siglos un aura especial entre los plebeyos. Ahora entre la clase media se repite el fenómeno. Los que aún viven bien pretenden una superioridad integral sobre el resto. No les basta la desgracia ajena sino que pretenden que sea merecida. Es una actitud triste. Es una actitud insolidaria. Que va condenar a nuestros jóvenes. A los que no se esfuerzan. Pero también a los que se esfuerzan.
Soy profesor. Soy funcionario. He pasado la mayor parte de mi vida estudiando. Hasta más allá de los treinta años. Y no por ser un mal estudiante. Conseguir un buen empleo no es fácil. Hay que trabajarlo. Ahora los funcionarios somos vilipendiados por la sociedad. No merecemos nuestro bienestar. Debemos esforzarnos más. Somos unos vagos, somos unos pícaros. Las nuevas leyes expresan este sentir social. Menos sueldo y más horas de trabajo. La sociedad contenta. No se permiten aprovechados en su seno.
La cultura del esfuerzo. El reino de los hijos de...El reino de los mangantes. El reino de los Fabra. Normal que los políticos persigan a los funcionarios. Normal que los ciudadanos apoyen a los políticos. Normal que los políticos destruyan los buenos trabajos. Normal que los ciudadanos no defiendan la existencia de buenos trabajos para sus hijos. Será que éstos no se esfuerzan. Estamos en España. Vota PP-PSOE.

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