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domingo, 6 de enero de 2013

El octavo capítulo es:


EL INFRAHOMBRE HISPÁNICO: LA EDUCACIÓN
Se dice que el ser humano es egoísta. Y es verdad. Una verdad indudable que pocos se atreverían a poner en duda, aunque pocos la reconocerían en sí mismos. Pero el egoísmo y la estupidez casan mal. Y el ser español es un egoísta muy triste, un egoísta patético.
Voy a hablar de educación, soy eso que se llama educador, pero lo siento, tengo que crear mierda. La crisis me lo pide. Mi estado de ánimo me lo pide. Vivo en la sociedad de la envidia. La educación no es ajena. Mi escritura tiene que estar a su altura. Pongamos el caso de una compañera mía de trabajo, de otra educadora, a la que llamaremos E., por la letra inicial de su nombre.
E., cuyo trabajo es el de profesora de un instituto público, anda muy preocupada, terriblemente preocupada. ¿Por los efectos de la crisis en su vida? ¿Por la anterior y más que posible futura bajada de su sueldo? ¿Por qué pueda acabar despedida si cambia la legislación sobre los funcionarios? No, eso son bagatelas para E. Su vanidad le impide ver el bosque.
E. anda preocupada por la reducción horaria que ha conseguido una compañera suya, que es su jefa para más inri. Por culpa de esta tramposa ella tiene que trabajar más horas. Esta injusticia la tiene a mal traer. Es su particular obsesión. No hay día que no exprese su queja a algún compañero. Pero, ¡oh, maravilla!, saca una medida el gobierno que amplia su jornada laboral convirtiendo su malhadado horario temporal de este año en definitivo y en E. no hay lugar a la protesta. Esta medida afecta a todo el mundo y es, por ello, más justa. Ya no se siente de menos. E. no va hacer una huelga por tan poca cosa. Después de todo su dinero es suyo. No vaya a ser que encima se gane la huelga y favorezca a su enemiga.
Sigamos con más ejemplos del profesorado. Se supone que los profesores son inteligentes, se supone sólo. No dejan de ser parte del rebaño y sufren de la misma atrofia mental que el común de los españoles. Este nuevo profesor lo vamos a llamar C., muy amigo mío, asturiano como yo, otro miembro de la enseñanza pública. Otro educador.
C. ha asumido como propios los prejuicios contra los funcionarios, pese a ser uno de ellos. Postura inteligente donde las haya, hacer de caja de resonancia de tu propia desgracia. Según C., el problema de España son los funcionarios, que no son productivos. Esta comunión de valores con el resto de la masa hispánica es hermosa, pero suicida. Deja que otros te juzguen y saldrás escaldado, y así le ha pasado a C., que recientemente ha visto como su gobierno, el de la ejemplar comunidad madrileña, la misma de Bankia, ha decidido bajarle fuertemente el sueldo, sin tener en cuenta el fuerte compromiso de C. con la verdad. Él denunciaba a sus compañeros pícaros, pero él no era como ellos. La sociedad, por desgracia para C., no entiende de matices. C. ha potenciado una sospecha y paga por ello.
El caso de C. me recuerda cuando los judíos ricos financiaron las campañas electorales de Hitler. El ser humano tiene una fuerte tendencia a su autoinmolación. Pronto los ricos españoles también financiarán un partido de ultraderecha. Financiarán la llegada de locos al poder. Con lo fácil que es repartir. En fin, los ricos  no son más listos que C., sólo que toda sociedad es jerárquica, y algunos tienen que estar en lo más alto. Y, como el resto no sólo son tontos, sino también débiles, no es fácil bajarles del pedestal.
Volviendo a C. últimamente ha cambiado, cuando su sueldo ha empezado a caer en picado. Ahora hasta asiste a protestas y se indigna. No entiende que se le confunda con los malos funcionarios. ¡Él es diferente! ¡Él no estafa a la sociedad! La única verdad es que él está pagando su debilidad. La única verdad es que él también será pobre. Es cuestión de tiempo.
C. está ahora asustado pero, pese a los palos recibidos, la mayoría de sus compañeros profesores aún no protestan: su vanidad se lo impide. Vanidad, vanidad, vanidad, el gran mal social. Todos nos creímos lo suficientemente listos para ser ricos. Y nadie pensó en su contrario. En asegurar no ser pobres. Los profesores son como los demás pero con un agravante. Que explico. He dicho antes que los profesores son igual de memos que el resto de la sociedad, pero quizá lo sean un poco más porque, encima, se creen listos porque tienen estudios. Se sienten irremplazables. Sienten que no hay nadie que pueda ocupar su puesto. Ingenuos. Hoy día vivimos en una sociedad muy cualificada. Hoy día tiene estudios hasta el mendigo de la esquina.
Los profesores son vanidosos. El ser hispánico es vanidoso. La vanidad es el pecado mortal de nuestra sociedad, aquel que más limita la inteligencia. Todo español se siente predestinado al éxito. El fracaso no existe. Soy profesor. Sigamos analizando la educación. Analicemos la parte más importante de la familia educativa. Pasemos a hablar de los alumnos.
Me río cuando medios conservadores acusan a la juventud de ser antisistema. Teorías de la conspiración vanas. Nunca en la historia española ha habido una juventud más conformista. Es una juventud buena que, de momento, a causa de su temprana edad, sus miembros aún no son tan tristes como sus profesores. Pero llevan camino de superarlos. Si no cambian, que no cambiaran. Poca esperanza hay de lo contrario.
Una juventud muy competitiva. Terrible palabra. La más odiosa del léxico. Aún son buenos, creen en sí mismos, creen en el mérito individual, creen en sus futuras hazañas, creen que se comerán el mundo, creen en la armonía social capitalista. Creen en el sistema. Yo soy educador. Yo los engaño. Soy parte del sistema. Trabajad y estudiad. La recompensa llegará.
Pobres niños pijos, los jóvenes están condenados a ser malos. Serán trepadores o desgraciados. Más bien lo segundo. Su imaginación les pone en un sitio, la vida les pondrá en otro muy diferente. Hay un mundo dentro de la escuela, hay otro mundo fuera de ella. Hay un mundo de valores, hay otro mundo de realidades.
Son jóvenes, son sanos. Serán viejos, no serán tan sanos. La edad no pasará en balde. Nuestros virtuosos jóvenes se volverán mezquinos. Se perjudicarán a sí mismos. Es el destino de la sociedad hispánica. Cultiva un individualismo que acaba hundiendo a sus miembros en la miseria. Y los jóvenes son los peores. Creen en el éxito. Están predestinados al fracaso.
Pensemos en C., una alumna modélica. Un encanto de persona. Una niña adorable. No mataría una mosca. Incapaz de pensar mal. Ella saca muy buenas notas. He puesto un examen muy fácil en su curso. Todos sus compañeros han sacado muy buenas notas. C. ha cogido una llorera. Ella ya no destaca. Esta niña está enferma. Y una persona enferma no es buena para la sociedad. Pero la sociedad está enferma. Esta niña no desentona. Yo apruebo su actitud. Es mi labor como educador.
Dejemos a los alumnos. Pensemos en otro pilar educativo: los padres. Les hacen los deberes a sus hijos. Normal. Sus hijos quieren jugar y son vagos. Aún son humanos. Sus padres no. Si suspenden sus vástagos, hay culpables. Por supuesto los profesores. No han sabido motivarlos. Sus hijos tienen que ser los mejores. Sin disgustarlos, por supuesto.
Cultura del esfuerzo sin esfuerzo. Sólo resultados. Disfunción entre teoría y realidad. Hay que exigir a los hijos de los demás, hay que disculpar al propio. Mi hijo no va a ser menos, pero aún es un niño. Superdotado, por supuesto. Hay que darle tiempo hasta que consiga resultados. Presión de los padres. Presión social. Dobles raseros. Mejor un rasero más humano. Mejor los padres se preocupaban de un futuro de clase media para sus hijos. Con estudios o sin ellos. Con resultados o sin ellos. Con derechos. Vota PP-PSOE.

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