EL INFRAHOMBRE HISPÁNICO:
MI GENERACIÓN
Voy a cumplir los cuarenta años. Soy de la generación
mileurista. La primera que nació acomodada. Sus padres aún pasaron penalidades.
Mi generación ya no. Sus padres, después de nacer, vivieron tiempos mejores. Mi
generación, después de nacer, pensó que aún quedaban mejores tiempos por vivir.
Se equivocaba. Quedó en tierra de nadie. Con una prosperidad heredada. Incapaz
de crear su propia prosperidad.
Mi generación. La primera que desconoció la pobreza.
La primera que no aprendió a protegerse de ella. Se creyó que por no ser pobres
ya eran iguales a los de más arriba. Se creyó la igualdad de oportunidades.
Creyó que con estudio y trabajo era posible trepar socialmente. No se percató
de que la igualdad de oportunidades era un timo. Para estudiar sí. Para
formarse sí. Para ver recompensado el esfuerzo no.
Soy licenciado. La mayoría de mis amigos son
licenciados. Voy a hacer un breve repaso. No científico. Aproximadamente una
cuarta parte de mis amigos no tienen trabajo. Otro porcentaje similar tienen
malos trabajos que no tienen que ver con sus estudios. Otro porcentaje análogo
tienen trabajos decentes que nada tienen que ver con sus estudios. Y el resto
son clase media con el mismo nivel de satisfacción que sus padres.
El que no quiera ver el paso atrás social que no lo
vea. Voy a explicar el caso del amigo más formado que tengo. Voy a llamarlo I.,
toda una eminencia. I. sacó la carrera de biología con altísimas
calificaciones. Hizo el doctorado con altísimas calificaciones. Estuvo por
diferentes laboratorios de distintas partes del mundo. Los primeros años
trabajando para la universidad y los últimos buscándose la vida. Ahora está
cerca de la cuarentena. Está al paro. Esperando un nuevo contrato temporal. En
este caso de un laboratorio francés. La sociedad le dio la oportunidad de
formarse. La oportunidad de aprovechar su talento. Él cumplió. La sociedad
desperdicia su talento. La sociedad desprecia su esfuerzo. La sociedad no
recompensa a I.
Mi generación. Incapaz de asumir su fracaso.
Apoyándose en su familia. Estirando el crédito por no tener para pagar al
contado. Imitándose sus miembros entre sí en la ostentación forzada. Compremos
un coche caro. Compremos un piso. Confiemos en el banco. Pidamos el aval
familiar. No revelemos que tengo un mal trabajo. No revelemos que, según pasan
los años, en vez de mejorar empeoro. Finjamos éxito. Finjamos prosperidad.
La generación mileurista. Llena de seres decepcionados. Seres que se
engañan a sí mismos. Seres que fingen ser partícipes de una cultura de éxito.
Seres insinceros consigo mismos. Incapaces de trasmitir sus enseñanzas.
Incapaces de transmitir su fracaso a la siguiente generación. Para que los
jóvenes no cometan los mismos errores. Para que no crean que se van a comer el
mundo cuando no existen las condiciones sociales para ello. Para que no
resulten tan engañados como fueron ellos.
Mi generación. Contribuyendo a perder los derechos que
tantos años se tardaron en conseguir. Contribuyendo a perderlos porque estaban
ciegos. Ciegos ante un retroceso social que era paulatino. Hasta ahora. Que
llegó la crisis. Ahora el retroceso se acentúa a pasos acelerados. Pero los
esquemas mentales no cambian. Mi generación sigue incapaz de reaccionar. Sigue
creyéndose igual a los de más arriba. Sigue creyendo que el éxito es cuestión
de tiempo. Aunque sus miembros rozan la cuarentena. Aunque sus miembros ya
están en la cuesta abajo de la vida.
Mi generación. Pasan los años y no saca enseñanza de
la experiencia de la vida. Aún se creen jóvenes para intentarlo. Aún se creen
jóvenes para nuevas oportunidades. Pero las oportunidades se acaban. Las
oportunidades no llegan. La vida tiene sus plazos. La vida pasa muy rápido. No
se puede ser eternamente joven. No se puede jugar a ser Peter Pan cuando uno ya
se ha hecho un paisano. No se puede ser eternamente iluso. Menos aún con una
crisis encima. Es hora de reaccionar. Aunque ya no te salves tú. Aunque sea
para salvar a los que vienen por detrás. Para que no se despisten en la defensa
de sus derechos. Para que ellos aún puedan creer en un mundo mejor. Ellos aún
tienen tiempo. Ellos sí son jóvenes.
La generación mileurista. La primera generación que no
conoció la pobreza. La primera generación que empezó a pensar sin sentido
práctico. La primera generación que ya no valoró la seguridad económica. La
libertad lo era todo para ella. Porque la libertad pone a cada cual en su
sitio. A los que valen los sitúa más alto y a los que no valen los sitúa menos
alto. Por supuesto, todos creemos que valemos. Todos pensamos que la libertad
es más necesaria que el comer. Todos queremos la libertad para que no nos
corten las alas, para elegir trabajar en lo que me gusta, para que nadie me
dirija hacia donde no quiero ir. La vida tiene múltiples oportunidades. Yo las
sabré aprovechar. Yo lo valgo.
La sacrosanta libertad. Este año en mi trabajo. Los
esquiroles enfadándose conmigo por reprocharles no hacer las huelgas. Respeta
mi libertad me decían. Y tenían mucha razón. Pero no toda la razón. No hay que
usar la libertad contra uno mismo. La libertad no es igual a la justicia.
Porque en la sociedad hay miembros más fuertes que otros. Y que, si no tienen
freno, ponen la libertad al servicio de reforzar su posición. Ponen la libertad
al servicio de quien más tiene. Ponen la libertad al servicio de la propiedad.
Y la justicia tiene otros componentes. Tiene que venir acompañada del derecho
al trabajo. Tiene que venir acompañada de que los trabajos estén bien pagados.
Tiene que venir acompañada de la dignidad del trabajador. Pero nadie se siente
ya trabajador. Nadie piensa de modo colectivo.
Los mileuristas pensando como jefes. Soñando con el
éxito. Las huelgas han fracasado. Muchos de mis compañeros han sido despedidos.
Ahora van a disfrutar con libertad de estar en casa. Sin dinero. Sumándose a
los muchos mileuristas a los que la crisis ha arrancado sus sueños. Esperando
con ansiedad nuevas medidas contra los parados. Esperando porque no saben hacer
otra cosa. Porque no saben luchar por sus derechos. Sólo buscan el éxito. El
éxito es individual. El fracaso también. Vota PP-PSOE.
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