Quiero dedicar este blog a criticar la falta de preparación política del ciudadano español, el cual desde hace muchos años y pese a vivir en democracia, prefiere a gobiernos que legislan contra sus intereses. Es difícil de entender este comportamiento tan ilógico, cuyas consecuencias la está pagando toda la población española debido a la llegada de una fuerte crisis económica. Ésta ha desvelado hasta que punto la posibilidad de la pobreza vuelve a ser real para una gran parte de los ciudadanos españoles. Sin embargo, la posible caída en la pobreza de muchos españoles que se habían acostumbrado a vivir bien, no sólo hay que achacarla a la crisis económica, sino a la facilidad con la que los gobiernos pueden retirar derechos a los ciudadanos, sin encontrar una gran oposición por parte de éstos.
Muchos españoles, con la llegada de la democracia, pensaron que la lucha política no era importante y que sólo era necesario para vivir bien aprender a competir en un mundo donde ya todos éramos iguales. El olvido por parte de las clases populares de que los gobernantes siempre tienen que temer que se los pueda expulsar del poder porque, de otro modo, se vuelven muy egoístas, ahora se está pagando fuertemente. Un clase política acomodada y una clase media ciudadana entontecida y desconcertada van a volver a traer la pobreza a muchas familias.
Este blog es el resultado de un ensayo que escribí el verano pasado sobre esta cuestión. El ensayo, titulado Vota PP-PSOE. El infrahombre hispánico, está dividido en muchos capítulos en los que trato diferentes temas de actualidad. Todos los días intentaré poner una entrada distinta con un capítulo nuevo, de modo que la lectura de cada entrada no se haga pesada. La introducción del ensayo es la siguiente:
Empiezo a escribir estas líneas escuchando un
informativo sobre el escándalo de Bankia, asunto que me ha acabado de convencer
de lo estúpidos que son los españoles. La crisis, bendita crisis, me ha abierto
los ojos. Todos los españoles son estúpidos.
Si siempre lo han sido o es sólo de un tiempo a esta
parte es la materia de este ensayo[1].
Tengo miedo de que, tal es el grado de imbecilidad a que han llegado los
españoles actuales, que estas páginas no sean suficientes para dilucidar esta
cuestión, que debería ser tratada en varias tesis doctorales.
Por definición el ser humano es inteligente; sin
embargo, el ser hispánico, a tenor de sus comportamientos ante la crisis,
indudablemente no lo es. Su bobería es muy fácil de demostrar, ya que basta con volver a citar el escándalo
de Bankia: un ser inteligente no se deja engañar, el ser hispánico se deja
engañar.
Los españoles actuales somos unos tontos libres, o
unos libres tontos, que tanto da. También tanto da que esta mentecatez sea
porque compartamos la simpleza tradicional de los miembros de la clase media,
que sin ser ricos se creen ricos, que porque sea un defecto congénito de la
raza hispánica. Sólo queda claro que es un mal sin remedio.
Entre tanta estupidez, quien escribe, que no es una
lumbrera precisamente, se siente una especie de profeta. Es tan fácil señalar
la verdad a quienes no la ven en nuestra ínclita sociedad española que muchas
veces me siento más importante de lo que soy, un elegido para volver a mostrar
el camino de Barrio Sésamo a mis semejantes, la “p” con la “a” es
“pa”.
Voy a escribir. Voy a escribir estas páginas
sintiéndome como Diógenes buscando un hombre con su lámpara. En mi caso me
limitaré a buscar a algún ser hispánico inteligente, con el convencimiento
previo de que es una tarea titánica, por no decir imposible: la crisis ya dura
cuatro años y cada vez son más numerosos los tontos que existen en mi querido
país. La crisis no ha espabilado a los españoles, más bien al contrario.
Voy a escribir. Voy a jugar a ser el Dios de todos los
niños españoles, de esas cuarenta y seis millones de inocentes criaturas entre
los cero y los noventa años de vida que ya no saben llegar al estado adulto.
Intentaré tratar a estos chiquillos con cariño, ya que si fueran personas
tendría que dirigirme a ellas con desprecio.
No siento piedad. Presupongo un grado de inteligencia
en las personas. De otro modo, no son personas. El hombre hispánico quiere
engañar y es engañado. No renuncia al sueño de ser rico y se está convirtiendo
en pobre. Especulador sin dinero. Vanidoso sin futuro. Sólo escucha lo que
quiere oír. Sólo se queja si cree que no pierde nada. No actúa. No se defiende.
Se queja por Internet.
No siento ninguna piedad de él, pero quiero dar un respiro
al lector. Español también, por más señas. Que reflexione sobre su condición de
tonto hispánico. Voy a descansar un rato mientras miro un poco un partido de
fútbol, una actividad muy hispana que me permite no seguir insultando a mis
compatriotas. Después me iré a dormir, una actividad más universal. Todo sea
por no pensar. Es difícil hacerlo cuando ya no existe pensamiento en la
sociedad.
¡Cuánto me gustaría ser rico! Es una buena época para
serlo. Los ricos se pueden reír a gusto de los demás. Ellos saben que son
mediocres, pero como tienen dinero, no importa su vaciedad. Los ricos siempre
han sido simples, pero poderosos. Ahora toda la sociedad es igual de simple que
ellos, y ellos encantados. Ya nadie les discute su riqueza. Todos aspirar a
repetir sus trampas. Con mentalidad de pequeño accionista. Pero la vanidad no
es igual a la impunidad. Vanidosos los más, impunes los menos. La banca gana.
Y yo no quiero ser pobre. Y voy a ser pobre. De ahí mi
enfado con los españoles. Ojalá fuera rico para reírme de ellos. Pero soy como
ellos y les sufro. Muchos de los lectores no entienden el sentido de estas
líneas. Y está bien claro. Los españoles son todos estúpidos. Mi futura pobreza
no tiene solución. Dependo de demasiados tontos.
[1] Va a ser muy fácil de escribir. Basta con
poner la radio y escuchar las noticias económicas para recargar la inspiración.
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